La iglesia Museo de San Pedro de Cisneros, recién acondicionada para mostrar su importante patrimonio religioso, forma parte de un ambicioso proyecto que pretende revalorizar el legado histórico y cultural de tierra de campos. De hecho, la denominación: “Museo Territorial Campos del Renacimiento” emplaza, no sólo a San Pedro, sino a los pueblos de Becerril, Fuentes y Paredes de Nava, bajo el denominador común de un humanismo contagioso propios de los siglos XV y XVI.
Este verano hemos podido ver las cinco sedes y, al mismo tiempo, visitar la vigésimo quinta edición de las Edades del Hombre que, bajo el título de Lux, señalaba la importancia de la Virgen María y sus cualidades ejemplificantes para muchos de los templos que salpican la ruta jacobea.
Dentro de la gran oferta cultural que se ha dado en los municipios mencionados, además de las sedes que jalonaban la emblemática exposición de las Edades del Hombre, había una idea que me ha rondado todo el verano, sobre todo porque me había comprometido a escribir un pequeño texto sobre las muestras, y es la importancia y peso que tienen las palabras. Esto obviamente no es nuevo, de hecho, el filósofo que más ha tratado las cuestiones representacionales del poder en el ámbito de la comunicación y el discurso es Michel Foucault.
Uno de los cambios que todos hemos observado es la transformación en la denominación de las iglesias, antes parroquias con actividad religiosa, en museos. Si bien es cierto que algunas sedes ya se mostraban como depositarios de imaginería religiosa, el concepto de museo que ahora se propone necesitará de técnicos especializados en renacimiento y manierismo para ordenar y determinar las imágenes que en cada museo se expone. Esto se está haciendo desde el sello de calidad de la Fundación Edades del Hombre, pero falta ver cómo se adecuará el relato histórico-imaginero a cada uno de los diferentes templos.
Dentro de la nueva denominación está el concepto de territorio (Museo Territorial), lo cual parece decir que, si algo está asentado, es justamente lo que cada edificio alberga, por lo que el movimiento de tallas o pinturas de un espacio a otro se vería como una agresión al patrimonio de cada municipio.
También el Museo Territorial se puede interpretar como un museo expandido, es decir, no limitado por una sola sede, sino por varias que, actuando de modo coral, interpretan la influencia del Renacimiento florentino y la capacidad de producción artística del Vaticano.
Los museos se podrían prestar para establecer nuevos relatos curatoriales, y siempre como muestras temporales. Desde un punto de vista iconográfico, los templos, ahora más museos si cabe, no han sufrido cambios, salvo el acondicionamiento de dichos espacios para la gestión de los visitantes, y es ahí donde las palabras parecen hacernos toser. El concepto de museo se podría comprender cuando el espacio no es significativo, sino que lo son sus obras de arte, y por lo tanto el contenido da sentido al continente. Por el contrario, las cinco sedes son o mantienen de forma circunstancial su función como templos religiosos, por lo que dejan de ser museos para ser iglesias, y frente a eso, uno no sabe si va a misa o al museo, o si entra como feligrés o como turista donde le impiden hacer fotos.
Serge Guilbaut hablaba de la musealización del mundo o de cualquier objeto como una suerte de dispositivos para ralentizar el tiempo, o peor aún, viajar en él, pero siempre hacia atrás. Y no es para menos, ya que, si algo activan los museos, es la temporalidad o plectopoi en el que nos sumergimos para conectar a través de sus cuerpos temporales (obras de arte) y trasladarnos al pasado. Esa idea de musealización nos hace ver lo de ayer como vintage. Todo es antiguo y por lo tanto, susceptible de convertirse en parte fundamental de un museo. En Palencia está el Museo del Agua, que es diferente al Museo del Mar que está en Vigo, ambos se podrían hermanar en contra del medio centenar de museos dedicados al aceite. La musealización hace de la vida una performance, y de cualquier objeto una cosa para ser contemplada, no ya desde lo que es, sino desde un hipotético valor simbólico. Ya no somos individuos en nuestro devenir, sino turistas deambulando por salas tematizadas.
Por otra parte, coincidiendo con la activación del Museo Territorial, se presentó la vigésimo quinta muestra de las Edades del Hombre, bajo el título de Lux (que bien podría haber cambiado de nombre por la tematización curatorial de la muestra y poner las Edades de la Mujer, al menos esta vez) y cuyo tema troncal era la Virgen María y su interés en el relato poético del catolicismo.
Es posible que cuando se conformó el proyecto de las Edades del Hombre en 1988, no hubiese un interés por el papel que desempeñaba la mujer en el ámbito social y cultural, y mucho menos en lo religioso. No obstante, después de más de tres décadas de protagonismo heteropatriarcal, estaría bien revisar el proyecto y la denominación que se le sigue dando.
Un caso muy claro de la escasa importancia que se le da a la protagonista de la muestra, la Virgen María, es el pequeño texto introductorio a la exposición en la sede de Carrión de los Condes, y tematizada fundamentalmente hacia la anunciación. En él, se especifica la función de la Virgen, que “……después de la infancia de Jesús, ha sido silencio y presencia. Ella se situó en la distancia justa…” como también se subraya su determinación y su voluntad de servicio, siempre “…disponible a la voluntad de Dios, y que entiende que la excelencia de su maternidad está en escuchar la Palabra y ponerla en práctica…”.
La representación de la Virgen María en las anunciaciones, no sólo en las presentes en la muestra sino en todas las que podemos encontrar a lo largo de la historia del arte sacro, responden a una función pasiva. Esa pasividad de Maria viene dada por el cierre del habitáculo donde se encuentra, representado mayoritariamente por un cubo y la salida de éste a un jardín o paisaje. El arcángel San Gabriel trae una filacteria proclamando la nueva buena al mismo tiempo que una luz divina se dirige hacía la figura de la virgen capitaneada por una paloma blanca. La escena es la transmutación del Dios todopoderoso al Dios físico y material que encarnará Jesús, por lo que el paso de lo ideal a lo real lo propicia el espacio acondicionado a tal efecto. Un habitáculo abierto y cubierto a ras de suelo. En algunas anunciaciones se muestra un segundo espacio que, actuando como alcoba, bien pudiese mantener la forma de cubo similar al recibidor en el que nos tienen acostumbrados las diferentes representaciones. Lo cierto es que Dios entra bajo la recta línea que forma la luz (Lux), y se dirige hacia María conformada mediante un grupo de sugerentes curvas y pliegues que nos recuerda la serena belleza de su ser.
Son sólo palabras lo que aquí se presenta, pero todas ellas desean construir un pensamiento libre y crítico frente a las mentalidades rígidas y dogmáticas; cuestión que, de manera similar, el Renacimiento actuó al superar las creencias del medievo mediante el desarrollo de las ciencias y las artes. El Renacimiento, basado en la cultura clásica grecolatina, sustituyó el teocentrismo propio de la Iglesia por el antropocentrismo propio de una sociedad adulta; y es justamente por ello que no podemos dejar de apoyar la creación de un proyecto como el Museo Territorial Campos del Renacimiento, ya que en su denominación se propone incrementar el conocimiento (Museo) a través de una forma social y humanista de entender el arte (Renacimiento).
Juan Carlos Román