Eleuterio Benito Pinto

Como viene siendo habitual, en los actos del Día de Exaltación del Cardenal se celebra un homenaje a personas significativas en nuestro pueblo, vinculadas a nuestro municipio o que realizan una actividad que nos parece merecedora de reconocimiento.

Este año el homenaje va dirigido a un colectivo que hubo de ejercer su actividad en  un medio que posiblemente no tiene nada que ver con el complejo educativo que conocemos hoy, donde las aulas eran totalmente unitarias y donde la segregación por sexos era patente.

El pueblo, por aquél entonces tenía las calles llenas de niños, y los gritos y las algarabías propias de la edad infantil abundaban. Las aulas no estaban dotadas de material informático porque directamente eso ni siquiera existía, los materiales eran tan simples como la pizarra, la mesa del maestro y los pupitres; y por supuesto, los alumnos no iban como van ahora, con una mochila cargadas de libros, sino que iban con su pequeña pizarrita, el libro de…. y el estuche de madera.

Estaban las clases de los niños y de las niñas, donde se mezclaban  todas las edades. Donde se daban las relaciones de docente-alumno eran  de manera totalmente directa, cara a cara, se podría decir casi familiar. Profesión, que al igual que decíamos el pasado año con los médicos, la vocación juega un papel primordial y donde el sentimiento humanitario y el altruismo están presentes en lo cotidiano como rasgo propio y característico.

Eleuterio Benito PintoEstamos hablando de los maestros, en concreto de la persona de D. Eleuterio Benito, maestro de la localidad de Cisneros en años duros de guerra y de posguerra, donde los niños debían de dejar los estudios porque las necesidades en el hogar urgían más que las letras, y eran pocos los que tenían el privilegio de poder continuar los estudios fuera de Cisneros, ni que decir tiene ya la Universidad, eso eran palabras mayores.

Los maestros eran educadores no solo de letras, sino de valores, creando, como ya dijimos cuando hablamos en su día de D. Leo, verdaderos hombres. Todos ellos han sido recordados en los distintos pregones que disfrutamos el día 7 de septiembre, víspera de la fiesta, y  cada uno de ellos lo hacía con añoranza, cariño y respeto, rindiendo así su pequeño homenaje a sus educadores.

Eleuterio nace en Cisneros, el 20 de febrero de 1902. Es hijo de Teodoro Benito y Domitila Pinto. Tiene más hermanos, siendo él el mayor de todos ellos. Su hermana Ángela, maestra, Pepe, médico que muere en el frente, y Trinidad, también maestra y que aún vive.

Sus estudios primarios los realiza en la Escuelas de Cisneros, trasladándose en el año 19 al Instituto General y Técnico a Palencia, terminando el Bachiller superior y Magisterio en Valladolid.

Hace el servicio militar en Caballería, siendo alférez de complemento, y donde reunía a todos los que provenían de Cisneros mientras la celebración de las fiestas patronales para poder pasar juntos esos días para los de Cisneros tan especiales aunque fuera en la distancia.

Sus aficiones son la lectura, viajar y el futbol como deporte reinante. Son hobbies que ha trasladado a sus familiares.

Su primer destino es Galicia, donde renuncia por motivos, nos imaginamos de la relación sentimental que mantenía con la que sería su mujer, Santa,  y permuta por Villorquite de Herrera, al que le seguirán Osorno, San Román de la Cuba y Valdeolmillos. Por último vendrá a Cisneros a impartir clase.

Eleuterio Pinto y familiaSe casa el 11 de mayo del año 1929, en plena crisis económica mundial con Santa Mayorga Ruiz, naciendo de ese matrimonio cinco hijos: Félix, Milagros, nacidos estos dos en Cisneros, y Dorita, Pepita y Carmina, que nacen en los distintos destinos por los que fue pasando su padre. Viven todos los hijos y como descendientes cuenta además con 4 nietos. Dos hijas Carmina y Milagros realizan asimismo estudios de magisterio, la última es misionera dominica y reside en la actualidad en Perú.

Se jubila antes de que cumpla la edad reglamentaria por motivos de salud, muriendo el 29 de diciembre de 1980 en Palencia.

Se le recuerda como una persona estricta, justa y cariñosa; de trato afable y que dedicó su vida a la educación de sus alumnos, inculcando valores de responsabilidad y orientación académica. Imponía respeto al alumnado, pero nunca miedo, y son muchos los que le han expresado públicamente su agradecimiento por la dedicación que les brindó, lo cual mejoró considerablemente su posición en la vida, con esos consejos académicos y esa orientación laboral.

Por todo ello, y por mucho más que seguramente no hemos mencionado, sirva este pequeño homenaje de la fundación y del pueblo de Cisneros como reconocimiento a la dedicación que mostró en su profesión D. Eleuterio.

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