Palomares

 Palomares

En las llanuras de Tierra de Campos emergen infinitas las torres de las iglesias, resistentes al paso del tiempo, que otorgan una personalidad única al horizonte terracampino. Y, como fieles escuderos, una sorprendente retahíla de construcciones de morfología diversa, redondas, cuadradas, de adobe, tapial o ladrillo, diseminadas por las ocres tierras de estos mares de cereal. 

Salvar nuestros palomares

(Luis F. Fidalgo)

Palomar en Cisneros. Apolinar González
Palomar en Cisneros. Apolinar González

Los palomares forman, desde hace siglos, parte indisoluble de las vidas y los paisajes de nuestros pueblos. Nacidos con el objetivo de contribuir a la alimentación y el sustento de sus habitantes, fueron conformando una arquitectura rural autóctona, algo desordenada, que crecía a medida que lo hacían las necesidades y posibilidades de los habitantes de muchos pueblos de Zamora, León, Valladolid y Palencia. Llegaron a ser miles estas construcciones, convirtiéndose en parte indisoluble de la vida y personalidad de esas zonas.

Lamentablemente, el paso del tiempo y la despoblación han hecho estragos y han acelerado la depauperación y abandono de muchas de estas singulares construcciones tan arraigadas en nuestra zona. La imagen de muros resquebrajados, semicaídos, se ha convertido en tónica general en muchos de nuestros palomares. El abandono, la desidia, el coste de mantenerlos y las escasas ayudas para paliarlo, han acelerado el peligroso camino hacia la desaparición de estos particulares representantes de la arquitectura rural castellana.

 

Pocas ayudas

Afortunadamente, no todo parece estar perdido. Iniciativas públicas de algunas Diputaciones, y otras – encomiables- del sector privado, permiten albergar alguna esperanza que evite la agonía de estas construcciones que han formado parte, durante tantos siglos, de nuestra identidad.

Este mismo año, la Diputación de Palencia ha destinado unos miles de euros (exactamente 30.000), para ayudar a la rehabilitación de palomares de la provincia. Una cantidad escasa, aunque lo que más sorprende es la muy reducida respuesta que ha generado entre los propietarios, que probablemente ni siquiera se han enterado de la existencia de las mismas. En la provincia de Palencia, donde hay alrededor de un millar de palomares censados, con muy diferente estado de conservación, apenas una decena de propietarios han lidiado con el farragoso proceso burocrático necesario para solicitar las ayudas. Escasas, pero es evidente que mejor eso que nada,

El hecho de que haya habido una tan reducida respuesta suscita algunos interrogantes. ¿Desidia de los propietarios, pereza ante los trámites burocráticos exigidos, acaso decepción por el escaso montante de las mismas? O es algo más preocupante: una fatídica rendición por falta de medios para mantener los palomares; o ausencia de un objetivo claro que compense restaurar lo que debería ser un orgullo de nuestro patrimonio rural y arquitectónico…

Muchos de los propietarios de palomares no viven en los pueblos; quienes los han recibido en herencia han ido paulatinamente despreocupándose de su mantenimiento por la distancia y porque no les proporcionan ninguna rentabilidad. Y es evidente que, salvo muy contadas excepciones, algo que produce costes sin algún retorno, allana el camino para el deterioro o para la extinción.

De ahí que, tal y como están las cosas, si no queremos que este tesoro arquitectónico y cultural de nuestra zona desaparezca, hay que buscar fórmulas que les permitan, al menos, automantenerse.

Antaño, la función de los palomares era complementar la alimentación de los propietarios y de sus familias. Hoy, el objetivo debería ser, al menos, que generen los recursos suficientes para mantenerlos en buenas condiciones y evitar la paulatina extinción de ese particular manjar gastronómico que son los pichones bravíos, nuestros bien conocidos palominos.

Como han puesto de manifiesto algunos foros en los que se ha abordado este asunto, es sorprendente que en una zona tan específica como tierra de Campos, en la que se concentran la mayor parte de los palomares de nuestro país,no exista una ruta gastronómica del pichón bravío, de manera similar a lo que sucede con el lechazo. En alguno de esos foros se ponía de manifiesto que en los pocos restaurantes donde ofrecen pichón como especialidad, los estaban importando de Francia porque no encontraban suministro en nuestra zona. ¡Inaudito cuando existe un potencial de cientos de palomares que podrían suministrarlos!

Sería esencial crear una estructura adecuada que propicie ese objetivo y les proporcione, de nuevo, una finalidad que permita su mantenimiento y evite su progresiva desaparición.  Es necesario encontrar la convergencia entre intereses privados, iniciativas públicas y servicio a la sociedad, y contribuir a que se preserve esta representación de nuestro acervo arquitectónico rural.

Iniciativas interesantes 

Desde hace unos pocos años, algunos voluntariosos colectivos han dado pasos en este sentido, organizando exposiciones, ponencias, lanzando ideas, para evitar, o al menos retrasar, lo que -si no tomamos medidas- se vislumbra como inevitable. Algunas iniciativas, se han centrado en la preservación arquitectónica. Es el caso de las emprendidas por la delegación palentina del Colegio de Arquitectos de León (han realizado exposiciones sobre palomares del Camino de Santiago francés en el Museo de Palencia y en pueblos de la provincia), o el de la Fundación Rehabilitare Palomares; o de la increíble actividad desplegada por la tenaz Irma Basarte a través de la asociación Amigos de los Palomares de León, que ha inventariado 1.300 palomares en la provincia leonesa, bastantes en razonable buen estado, y otros muchos en ruinas. En 2019 incluso organizaron en Gordoncillo, en el Museo de la Industria Harinera, una exposición sobre los palomares de León, con el sugestivo título de Una utopía en camino. Porque sin duda tiene mucho de utópico, aspirar a que se mantengan y preserven estas construcciones convertidas en monumentos de la vida rural.

Parece claro que si no se quiere que sea sólo un sueño, hay que generar propuestas viables que permitan que la utopía se convierta en algo factible, y sueños y propósitos se transformen en una realidad factible.

Por eso, de las diferentes iniciativas surgidas, una de las que me parece más interesante y de potencial recorrido es la que se ha puesto en marcha en tierras zamoranas. Ahí existe uno de los restaurantes de referencia en gastronomía de caza, un templo cinegético llamado Lera, en Castroverde de Campos.

Probablemente por esa circunstancia, ha sido en Castroverde donde en julio de 2020 nacía la Cooperativa de Pichones de Castilla y León, con el objetivo de reabrir el único matadero de pichones que existía en la provincia de Zamora en el pueblo de Manganeses de la Lampreana, que se había visto obligado a cerrar por circunstancias no difíciles de imaginar.

Las premisas fundacionales de esta cooperativa son formar a personas para que se especialicen en la cría de estas aves y que estén dispuestas a explotar comercialmente palomares en Castilla y León. Es decir, encontrarles una finalidad práctica y real. Los propietarios obtendrían unos ingresos por cederlos para la explotación comercial; el matadero cumpliría con la función para la que fue concebido, y los restaurantes de esta zona -y potencialmente de otras- podrían disponer de una materia prima tan particular. /LFF.

La tercera pata debería ser la de las instituciones (esencialmente la consejería de Agricultura de la Junta), propiciando las ayudas necesarias para facilitar la formación y organización de cursos para criadores.

En el proyecto zamorano se encuentran Luis Alberto Lera, propietario del restaurante Lera, Luis Manuel Salvador, propietario del matadero, y varios socios más, implicados en la asociación Salvemos los Palomares, jóvenes y muy activos y convencidos de la necesidad de llevar a cabo acciones prácticas para evitar los consabidos problemas que afectan a nuestros pueblos.